Quizá no es el mejor título que le podría haber dado al artículo, dado que realmente en ningún momento me planteé dejarlo. Pero empecemos por el principio.
En diciembre del 2016 me independicé. Eso supuso un cambio brutal en mi vida. Tenía libertad para hacer lo que quisiera, cuando quisiera y como quisiera, y la marihuana llevaba ya en mi vida unos dos años más o menos. Mi primer porro me lo hice con 17 años, en el verano que los cumplí, en un pueblo perdido de la mano de dios en el norte de la provincia del Barcelonès, en Catalunya.
Llevaba ya un tiempo con ganas de probarla y fue realmente decepcionante. No sentí el colocón.
Desde ese momento hasta el 28 de diciembre del 2017 mi consumo era totalmente casual, pero me empecé a interesar por la planta, sus propiedades, sus efectos, su todo, y me quedé maravillado.
Lo siguiente que hice fue pedirles a mis padres si me dejaban plantar una semilla que había sacado de cierta persona que ha tenido un papel crucial en esta pasión, pero no os voy a decir quién es.
La planta creció, y creció y cuando mi madre se hartó del, según ella, pestazo que pegaba al entrar a casa, la sacó al jardín, y al no estar acostumbrada al exterior, murió irremediablemente.
Al año siguiente (2016) conseguí que me dejaran cultivar tres. Aquellas ya las dejé desde un buen principio en el jardín. Me maravillé con su forma, su crecimiento y su todo, de hecho a día de hoy sigo creyendo que es una de las plantas/arbustos más bonitas que ha creado la naturaleza. Son puro arte. El hecho de tener un gurú de las plantas bastante cerca en mi vida en aquellos momentos también fue de tremenda utilidad. Él, que no es la misma persona que me proporcionó mi primera semilla, me enseñó todo lo que sé sobre la marihuana.
Fueron 6 años de aprendizaje, hasta que decidió salir de mi vida de una forma un tanto… abrupta.
A parte, durante aquél año había pasado mucho tiempo con un grupo de colegas cuyo consumo era bastante usual, al que yo me apuntaba sin dudarlo. Con ellos catamos mi primera planta (que fue un fracaso que tan solo dio 8 gramos) que nos pulimos en esa misma noche de cata. No esperaba menos.
Así llegamos a diciembre del 2016. Al verme con aquella libertad, lo primero que pensamos todos fue “¡porros a mansalva!”. A ver, tampoco era necesario. Mi consumo recreativo no se podía ir de madre, y conozco a gente que se pega sus 10 porros al día tranquilamente.
Primero me limité a mi mismo en un porro por día, que a algunos ya les parecerá una barbaridad, tranquis, que no estamos hablando de consumir tabaco, cosa que siempre he rechazado tremendamente.
Aquél único porro a los dos meses pasaron a ser dos y para cuando acabó mi independencia al año y tres meses, algunos días eran tres. Aún así no considero que incluso siendo tres porros fuese consumo excesivo. Sé que de ahí no habría pasado. Soy un tío con mucha consciencia de lo que hace y lo que no, y el autocontrol siempre ha estado muy presente en mi vida.
¿Por qué me planteé hacer el experimento entonces?
Mi padre se jubiló en septiembre del 2017 y decidió aprender inglés, así que no hay mejor forma que ir al sitio donde fue parido: Inglaterra. Más concretamente Londres, y tres meses, para ser exactos. Diría que no tardé ni medio segundo en aceptar su propuesta de acompañarle.
A parte, se me acabó el chollo de vivir solo por asuntos que no vienen al caso, pero vamos, que me tendría que buscar otro sitio y la pereza era más grande que irme a vivir tres meses a otra ciudad de otro país.
Volví a casa de mis padres la noche de antes de marcharnos y el último porro me lo fumé cual yonki que sabe que va a tardar mucho en catar su droga. Los últimos calos los dejé ahí, para ser siempre consciente de que ese porro no estaba terminado y, por lo tanto, técnicamente no había sido el último, dado que estaba a medias.
Todos me dijeron que es tremendamente difícil hacer abstención de un día para otro. Y yo me los creí. Con el factor que no contaba es que yo no soy fumador de tabaco, y esto, por tontería que sea, me ha hecho la vida.
Os voy a resumir la experiencia de las 4 semanas rápidamente:
Semana 1: empieza el reto el día 18 de abril. Así como dejo la hierba, “dejo” (reduzco drásticamente mi consumo) el azúcar. La primera noche me costó dormir, el resto de la semana, bien.
Semana 2: No voy a negar que no me apeteciera un porro de vez en cuando, especialmente al frustrarme con el trabajo, pero a parte de eso, bien. Ningún síntoma de mono ni nada parecido. Hecho más de menos el azúcar que la hierba. Me rindo con el azúcar a finales de semana.
Semana 3: la abstención mola, pero hecho de menos el olor del cogollo accesible a todas horas. No tengo ninguna necesidad de hacerme un porro.
Semana 4: sigo sin ningún tipo de dependencia, ni psicológica ni física. Cuando huelo hierba quemada pienso “joder, dejad de ponerme los dientes largos” y poco más. El día 18 de mayo nos topamos con un rastafari en Brixton que me ofrece un par de calos de un verde que sabe tremendamente bien. 1 mes de experimento, todo un éxito. Tal como me prometí a mi mismo, no iba a sucumbir y si me llegaba hierba, sería caída del cielo. Me cayó literalmente el día que hacía un mes que empecé el experimento. ¿Casualidad? Quién sabe.
Así pues, concluyo, después de haber leído en 10.000 sitios distintos “esperate tu a la segunda semana de abstención y verás lo adicto que eres” que la adicción a la marihuana no existe ni literal, ni metafóricamente. Y podría haber seguido de no haberseme dado esos dos calos, de hecho, hasta el día 5 de junio por la noche no volví a hacerme un porro.
La limpieza de pulmones se nota mucho, tan solo dando dos calos, las toses no es que fuesen excesivas, pero sí notables, a parte de que el ciego fue desmedido para el poco consumo que me había marcado, por lo que asumo que mi tolerancia a día de hoy vuelve a estar por los suelos.
Quizá sea como me dijo un amigo, que cuando es accesible, uno se ceba, pero cuando no lo es, te da demasiada pereza buscarla. Otra cosa a favor del experimento es que aquí en Londres, el gramo está más o menos en 15-20£, lo que vienen siendo unos 17-23€, cosa de la que me río tremendamente y, al no saber de donde se saca la hierba que se mueve, prefiero ni arriesgarme a que me pasen basura.
Otra cosa se la que me sorprendí fue que cuando consumía usualmente, no soñaba tanto, o no era capaz de recordar lo que soñaba y desde que dejé de fumar, mi cabeza ha sido una explosión de sueños sin fin. No sé si soy sólo yo, pero estaría bien hacer la prueba con más fumadores comunes que tampoco fumen tabaco.
Dicho esto, hacer una limpieza de ni que sea una semana, se va a notar mucho. Lo recomiendo.
Y al que os diga que es adictiva, o que te fríe el cerebro, pasadle este artículo, y decidle que me haga todas las preguntas que quiera, que estaré encantado de tener un debate civilizado.
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